6ta Parte
Una tarde de
jueves, cuando Bernardo regresó a la casa, luego de su recorrido habitual por
la ciudad con el diario bajo el brazo, se encontró con una banda de rock
tocando en el living. Feliza, a cargo de la guitarra y la voz, era acompañada
por una bajista y una baterista que manipulaban sus instrumentos con gran
destreza. Tenían un sonido muy potente, o mejor dicho, estridente. Bernardo
pensó en un juego de cacerolas cayendo por las escaleras. El abuso de
distorsión en la guitarra y los alaridos de Feliza rompían con toda armonía y
aportaban una desprolijidad, por momentos, excesiva. El bajo avanzaba feroz y
constante, como una bestia hambrienta
detrás de la presa condenada. La batería marcaba el tiempo de un corazón
gigante en una explosión de adrenalina.
Al frente del bombo, con letra imprenta grande y clara, vibraba el nombre y
debajo, encerrado entre paréntesis, el mismo en inglés:
LAS FELICES
(The Happy Ones)
En cuanto notó a
Bernardo parado delante de la puerta, el grupo se detuvo.
- ¡Berni! Vení
que te presento a la banda. – dijo Feliza emocionada. Girando hacía sus
compañeras, y con el entusiasmo de una conductora de televisión, prosiguió –
Chicas, él es mi primo Bernardo, llegó hace poco a la ciudad y por estos días
está viviendo conmigo.
- Bienvenido,
yo soy Candela, pero me dicen Candy. – dijo la bajista guiñándole un ojo.
- Hola, me
llamo Penélope Josefina Luisa Oro. Mi nombre artístico es Penny Gold. – se
presentó la baterista con actitud recia y el ceño fruncido. Resultaba imposible
imaginarse una sonrisa en ese rostro.
- Encantado.
Ustedes también son travestis, ¿no? – preguntó Bernardo escrutando a ambas con
la mirada.
- ¡Trans, Berni, trans! – corrigió su prima.
- ¿Hay algún
problema? ¿Sos facho vos? – lo increpó iracunda Penny Gold levantándose del
taburete.
- ¿Qué? No, no,
yo no tengo facha. – respondió nervioso Bernardo mientras negaba con la cabeza
y las manos.
- Tranquila,
Penny. Es buen muchacho y simplemente hizo una pregunta, sin intenciones de
ofender a nadie. – intervino pacificadora Candy y dirigiéndose a Bernardo
continuó – Si, somos trans y ¡queremos conquistar al mundo con nuestra música! El
problema es que nos quedamos sin cantante y tu prima no sabe vocalizar. Parece
que empieza el día haciendo gárgaras con virutas de metal.
Todos estallaron
en una carcajada, excepto por Penny Gold
que se limitó a asentir con la cabeza.
- ¡Ya sé! Berni
estuvo en el coro de la iglesia, podríamos probar con él – dijo Feliza.
- Pero yo no sé
nada de rock. – dijo Bernardo ante el comentario de su prima.
- ¿Qué importa?
El rock viene después. Además, sería perfecto: ¡tres trans y un homosexual! – dijo excitada Candy.
- ¡Si! Berni,
Penny, Candy y Feli. – agregó Feliza.
- Pe… pero
¿cómo saben que soy gay? – preguntó avergonzado Bernardo.
Nuevamente
estalló una carcajada grupal, excepto por Penny Gold que esta vez se limitó a
negar con la cabeza compasivamente. Feliza lo abrazó a su primo con ternura.
- Está todo más que
bien, ahora estás en familia. – le susurró al oído con una dulzura que, a
Bernardo, le era totalmente ajena.
Bernardo comenzó
a percibir algo extraño. De pronto una inusitada sensación lo envolvía, como
una corriente protectora y confortable. Se encontraba rodeado de personas que no
parecían juzgarlo ni incomodarse por su apariencia. Bajó la guardia y se permitió
disfrutar de ese momento; por primera vez en su vida estaba con amigos y podía
descansar de ese mundo hostil que lo había albergado durante dieciocho años.